María del Carmen Muriel

¿Quiénes Somos?

Somos una Congregación de religiosas nacida en México a principios del siglo XX. Nuestro propósito es revivir en la Iglesia el anonadamiento de Cristo a través de la imitación de María en el misterio de su Infancia. Nos dedicamos especialmente a la niñez y juventud, prefiriendo a los más necesitados, moral, intelectual y materialmente en cualquier lugar donde la Iglesia nos llame. Empleamos los medios más oportunos, en actitud de renovación permanente y adaptación a las necesidades de las personas, de los lugares y de los tiempos.

Consideramos que cada ser humano es único, irrepetible, hecho para la verdad, la justicia y la libertad, por ello buscamos la formación de personas con capacidad para realizar su propio proyecto de vida, con derechos y deberes. Promovemos una educación que motiva a crecer y madurar con respeto, en comunicación y colaboración.

Misión

Contribuir con la formación de personas sensibles a los problemas y necesidades locales, nacionales y mundiales, que comprometan sus acciones a la construcción de sociedades responsables, respetuosas, libres y abiertas a la trascendencia, adquiriendo en ello el espíritu de servicio en búsqueda del bien común.

Visión

Ser reconocidas como comunidad educativa que vive los valores y principios de generosidad, respeto, solidaridad y vivencia cristiana, proyectándonos como promotoras de la cultura de la paz, a la luz de la fe y las virtudes cristianas.

Valores y Actitudes

Favorecemos la educación basada en el ejemplo: vivimos los valores y actuamos convencidas de que podemos contribuir a crear un mundo mejor con base en la generosidad, la responsabilidad, el respeto, la libertad y la solidaridad

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Generosidad

Educamos en el amor para una entrega generosa, bajo el principio de que quien ama, respeta la vida y los derechos de toda persona sin distinción, y quien sirve lo hace como donación de sí mismo.

Nuestra peculiar fisonomía está determinada por el amor a la Virgen Niña y se expresa en el testimonio de la vida, la acogida, la alegría, la cercanía y el acompañamiento. Nuestro estilo educativo nos lleva a valorar la suavidad y la energía, ą ser dulces y firmes en el trato.

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Responsabilidad

La responsabilidad es tanto un valor como una práctica ética ligada al compromiso. Asumimos y promovemos el autoconocimiento para edificar la propia vida y así cada quien pueda actuar con responsabilidad en la elección del ser y estar en el mundo. Queremos formar buenos ciudadanos de la Patria Mexicana y Cristianos Íntegros, futuros poseedores de la Patria Celestial.
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Respeto

El respeto nos permite reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades del prójimo. La educación desarrolla las cualidades personales como el respeto a las diferencias, lo cual permite la consolidación de sociedades que viven en paz y en sana convivencia.
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Libertad

La educación es un proceso permanente, inacabado, progresivo y cada persona es artífice y protagonista de su propia formación, por ello, en nuestro quehacer cotidiano fomentamos la libertad. Ser libres significa actuar según el criterio personal. En ese sentido, como institución educativa, impulsamos la libertad responsable que guíe a una mejor convivencia y a la generosidad por convicción propia.
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Solidaridad

Formamos en la solidaridad para crear una sociedad más justa y fraterna que asuma la pluriculturalidad como riqueza y forma de convivencia en la diversidad social, étnica y lingüística, porque: 

Quien tiene caridad con el prójimo, posee el verdadero amor de Dios, de manera que para sentir incendiado nuestro corazón en ese fuego del amor divino, necesitamos que nuestras acciones demuestren que somos caritativas, que tenemos misericordia de nuestros prójimos (Madre Rosario Arrevillaga).

Educamos para hacer el bien y vivir en armonía. La educación la realizamos como un apostolado y una profesión. Por eso todo lo que hagamos apostólica y educativamente conduce a ser ejemplo y acompañar a los estudiantes a tener una experiencia personal con Dios, no sólo a través del conocimiento intelectual, sino de la vivencia, uniendo la virtud con el saber. 

En nuestras escuelas, cultivamos un sentido vivo de Dios y una entrega generosa en el servicio, de modo que las niñas y los niños descubran el sentido de su dignidad de persona y obra de Dios, porque “Toda educación que no tenga por fin a Dios, o que no ponga los medios que eficazmente conducen al hombre a Dios es insuficiente” (P. Federico).